sábado, 3 de agosto de 2013

Salto temporal: cuando se rompe el arnés

«Y entonces descubres que ese es el problema: han pasado demasiados años. Demasiados, incluso para alguien con la capacidad de resumir en apenas un párrafo las vivencias de toda una vida.»

Ayer me preguntaba una amiga si la novela ya está lista para una primera lectura. Yo le contesté que, a pesar de haber avanzado mucho, había una cuestión que seguía sin cerrarme, pero que no lograba determinar cuál. Así las cosas quedaba aplazada la lectura.

Después, al llegar a casa, volví a revisar el manuscrito. Leí, de nuevo, con la sensación de que se me estaba escapando algo. Algo importante, algo defintivo. Algo extremadamente sencillo pero capaz de cambiarlo todo.

No ha sido hasta esta mañana que por fin he comprendido dónde estaba el error.



Es sencillo explicar qué ocurre, y para ello nos alejaremos unos instantes de El constructor de muros.


Cuando un escritor pretende enlazar dos sucesos, dos estados, o a la misma persona en dos etapas de su vida recurre a una suerte de goma elástica literaria. Una goma capaz de desafiar a las leyes del espacio-tiempo, comprimiendo una cierta cantidad de años, meses o semanas. Basta seguir su trayectoria para entender qué sucede en la historia y por qué han de conectarse esos momentos.

Pero a veces las distancias son demasiado amplias y la cuerda se rompe. Cuando un lector se desliza confiado a lo largo de ella acaba precipitándose al vacío. Maldito salto temporal. El golpe lo devuelve de súbito a la realidad y lo desengancha por completo de la historia.


 Ha llegado el momento de dar un brusco viraje a las agujas reloj. 






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