martes, 9 de julio de 2013

Viajes y muros

A estas alturas me encuentro a bordo de un tren con destino a París.  La entrada ha quedado programada, así que quizá para cuando leais ya haya dejado bien atrás Francia y estemos rumbo al objetivo principal de este viaje: Berlín.


Cuando digo que a menudo mis viajes tienen mucho que ver en la literatura me refiero a esta clase de situaciones. Berlín y su muro son un buen ejemplo de ello.

Recuerdo perfectamente cuando paseamos junto a la East Side Gallery, uno de los tramos de muro más largos que se conservan. Está lleno de pintadas, algunas de ellas muy famosas. Da para caminar al menos un kilómetro y si es la primera vez que se visita el muro de Berlín uno queda impresionado por el aspecto fino que presenta. Sin embargo, una barrera en apariencia frágil se convirtió en infranqueable hasta 1989. A menudo pienso en que meses más tarde se produjo mi llegada al mundo, y que no muy lejos quedaban los años de separación y de absurdo.


Y es que a veces los muros ocultan temores colectivos, mayores y peligrosos, aunque tarde o temprano acaban derrumbándose.


No recopilaré información para escenarios en esta ocasión, porque El Constructor de muros apenas hace una referencia sencilla a Berlín, un mero capricho ligado a su historia y a la relación principal con el mensaje del libro. Igualmente quería compartir con vosotros el viaje y la reflexión.


Traeré algunas fotografías a la vuelta. Allí me encontraré también con alguien muy especial que me ayudará con otro pequeño proyecto del que tal vez os hable algún día. Llevo el borrador muy avanzado en el Kindle para poder leer y corregir. Las primeras impresiones son buenas.



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