miércoles, 13 de marzo de 2013

Papas, fumatas, y cosas que se aprenden en el camino

Compaginar la escritura con otras tareas (el Padre Nuestro de cada día para la mayoría de escritores, valga la oración hoy que tenemos nuevo Papa) está resultando muy complicado. En primer lugar, porque cualquier intento de enlazar más de dos líneas acaba enredándose con un trabajo de ética que a su vez me lleva a pensar en los que tendremos que entregar de desarrollo sostenible o en tal o cual essay de sabe Dios qué asignatura. ¿Habemus libro? Parece que la fumata blanca literaria va a tener que esperar.

Por otro lado, es previsible que para cuando el humo blanco llene este blog (mi particular plaza de San Pedro) me haya vuelto una planificadora minuciosa hasta el cansacio y deba retractarme de todo artículo, post u comentario en el que me declarase fan de la improvisación. Las cosquillas de las musas... ¡Al diablo con ellas! La falta de planificación me está complicando sumamente el proceso de reescritura.

La novela se ubica en dos momentos temporales distintos; uno de ellos, el «pasado», está ya cerrado y solo pendiente de revisión, mientras que el otro ha sido objeto de cambios constantes porque hasta hace poco no me había decidido a sentarme y reflexionar sobre TODOS y cada uno de sus detalles. Manejar las incoherencias, reflexionar sobre el crecimiento de los personajes... Planificar, planificar y planificar, en definitiva.

Quiero humo blanco, leñe, pero para que la novela salga vaporosa y radiante va a ser necesario mucho esfuerzo, tiempo y paciencia. A ver si tanto trabajo deja de espantarme el humo y dispersarlo en el aire.

Entre tanto, nos vemos por el camino.

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