Hoy me centraré en la parte emocional.
A menudo es el miedo lo que frena la escritura. Miedo a saber. Miedo a descubrir el sufrimiento, en mi u otras personas cercanas. Miedo a abrir un capítulo, que las reflexiones traspasen las páginas y terminemos dándole vueltas a un asunto «desagradable» incluso después de dejar a parte el manuscrito.
Varias veces os he hablado de muros. Creo que uno de esos muros es el rechazo a la debilidad y el sufrimiento, y todos lo padecemos en mayor o menor medida. A través de uno de los personajes de El constructor de muros exploro este temor en particular.
Y ni siquiera en la ficción es fácil.
Como os digo, hay vida más allá de las páginas. Lecciones que extraer, vidas que vivir, personas reales que hoy enferman, luchan, se recuperan o mueren. Pensar en estos temas nos recuerda que no estamos aquí para siempre, por jóvenes que seamos. Con esto no quiero enviar un mensaje pesimista, sino un mensaje de aceptación. La muerte y la enfermedad son parte de la vida y debemos convivir con ellas, tratarlas como molinos y no como muros para «contener» el sufrimiento.
Intento mostrar las dos caras de la moneda en El constructor de muros, porque a fin de cuentas somos humanos y por mucho que el instinto nos indique que debemos ser optimistas perder el control es más fácil de lo que parece. También quiero reflejar que el apoyo puede llegar de la persona más insospechada, que la fortaleza no es solo cosa de «fuertes».
Ánimo a los constructores, no importa de qué. El viento acabará pasando.
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