viernes, 1 de febrero de 2013

Escenas, eslabones y una vida prestada de escritor

Poder dedicarse a escribir  a tiempo completo es un lujo y un placer. Ya me quedan solo dos semanas para que termine esta vida prestada que me ha regalado el lapso entre universidad y universidad, pero puedo decir que he aprovechado el tiempo. A día de hoy tengo entre manos un manuscrito de unas 40.000 palabras, que probablemente se quede en 50.000. Esas 10.000 palabras son las que me separan del primer borrador del manuscrito, el primero con el que estoy (estaré, espero) aceptablemente satisfecha.

Sí, escribir de seguido es una bendición. Se gana en agilidad y se consigue una visión más completa de la novela. Detalles y conjunto, la combinación ideal.

De todos los métodos de trabajo con los que he experimentado el que más útil me ha sido (sobre todo para desarrollar la trama) es el de pasar el hilo argumental a escenas. No soy una gran fan de la planificación minuciosa, me siento como atada de manos y eso resta frescura a lo que escribo. Por eso definir una serie de escenas que mantengan la estructura y después entretenerme a placer en ellas cumple el necesario requisito de planificación pero me deja espacio para la creatividad.

Como os decía, escribir todos o casi todos los días me ha permitido centrarme en esas escenas, pero también tener presente el hilo que lo une todo. Poner las escenas a disposición de ese conjunto mejora sustancialmente la coherencia y la cohesión de la novela... Se trata de pensar en la cadena, no en cada uno de los eslabones.

Lo malo de esta situación es que es temporal, así que... ¡A escribir se ha dicho!

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