sábado, 19 de enero de 2013

Elipsis, Emma y otros agujeros negros

Prometí experimentar, y en ello sigo. Por el momento, he organizado la información de los primeros capítulos entorno a una suerte de figura elíptica. Refresquemos la memoria: esta técnica implica la omisión de un elemento de la trama o personaje en la narrativa. Probablemente la forma que he empleado no se trate de una elipsis en sentido estricto, pero desde luego hay omisiones importantes. Si alguien conoce el nombre apropiado para la figura, que no dude en corregirme.

Para este experimento he elegido a Emma, uno de los personajes de El constructor de muros. Durante los primeros capítulos, los diferentes personajes la mencionan desde sus puntos de vista, pero en sus bocas Emma es apenas un nombre, pues se resiste a aparecer como personaje activo, que hace y dice. No por demasiado tiempo, pero lo suficiente para lograr varios efectos:

  • Algunas preguntas debería aparecer en la mente del lector: ¿Quién es Emma? ¿Por qué es importante para la historia?
  • Esta técnica es una excusa para introducir elementos de interés que se relacionan con el personaje omitido. Algo así como describir un agujero y sus alrededores... Es necesario entender todo lo que lo rodea, todo lo que lo convierte en un espacio vacío, para dar sentido a la nada. 
  • Poco a poco conseguimos que la forma de ese agujero sea más y más concreta: más y más Emma, menos y menos negra.

Luego Emma se materializa y, ¡zas! Queda un paisaje completo, sin mutilar, donde todo cobra sentido. O debería cobrarlo.  




La razón principal por la que he optado por esta estructura en los capítulos iniciales es su simpleza. Omitir a Emma implica establecer un eje, un "agujero" entorno al que todo gira. Eso facilita la comprensión de lo que va aconteciendo y establece una referencia común a los diferentes personajes y situaciones.

Después de trabajar en la estructura de esos primeros capítulos durante esta semana, he notado una mejoría significativa en la comprensión. Me ha resultado enormemente fácil escribir y establecer referencias. Todo era más sencillo, porque todo lo dicho tenía una razón de ser: Emma, ese oportuno agujero negro.

Esto viene a corroborar todo lo dicho en la entrada anterior: viva la sencillez, la clave no es el qué, sino el cómo. Creo que este recurso es una buena forma de organizar la información y de generar intriga, sobre todo al principio de una novela. Por el momento no es definitivo que vaya a decantarme por esta estructura, pero todo apunta a que los resultados son los más satisfactorios que he obtenido hasta ahora.

Termino por hoy, eso sí, invitándoos a que consultéis a un verdadero maestro de los agujeros, también en el ámbito de la ficción. Se trata de Kurt Wenner, autor de la curiosa pintura que adorna el suelo de la imagen de arriba. Si queréis saber más sobre él, haced clic en su nombre o en la fotografía.

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